“Qué necesidad tengo de
trabajar - dicen los pobres- si al fin y al cabo un hombre misterioso que viste
mallas verdes y arroja flechas que, como las de cupido, no matan a nadie me
entrega el fruto de su acción criminal.” Así es, se refieren al afeminado héroe
de los pobres: Robin Hood. El que, no conforme con robar a la nobleza, enseña a
los pobres a vivir de la limosna ¿Y él qué? Acaso ¿vive de agradecimientos y
buenas intenciones? Pues no, él es ladrón de profesión y en vez de ayudar en la
guerra contra los apestosos franceses salvando la vida de miles de
compatriotas, toma su parte del botín y la divide con sus cómplices.
Acto seguido, y como si esto
no fuera suficiente ataca al rey, el encargado de financiar los festivales y
defendernos de osos salvajes y las futuras invasiones normandas.
Hacer apología al delito y
promover el mamertismo durante la edad media a través de una historia de niños es
¡ALTAMENTE! hijueputa.