¡Ahhhh! La
mezcla de olor a parrillada junto a un Burdel, preferiblemente
el de nuestra infancia, y las reuniones deportivas completan la santa trinidad
de los encuentros masculinos, los de carácter no homosexual, valga la aclaración.
Este
ritual, tan antiguo como la propia civilización, es la reafirmación de nuestro
dominio sobre las cosas; de nuestra victoria final por sobre todo lo que
camina, nada o vuela; es saber que con solo pedirlo podemos complacer a nuestro
paladar con cuanta variedad de jugosa y tierna carne existe: vaca, pollo,
conejo, cordero y en el caso de la carne molida y las salchichas, indigentes reformados.
Maravilloso
como les digo es este ritual, pero infortunadamente todo en la vida, incluida
la solemne parrillada tiene su némesis. Lo que para dios es el diablo y para el
cine es Dwayne “The rock” Johnson, lo son para la parrillada este tipo de gente
ojerosa de expresión enferma cuya piel cuelga de los huesos y que se paran
orgullosos moviendo sus piojosas rastas mientras preguntan: (Nótese el tono
acusatorio lleno de soberbia y arrogancia) “Disculpa,
podrías servirme la alternativa vegetariana a la parrillada…”
Denominados
popularmente como vegetarianos, o científicamente como zoofílicos, son la
prueba viviente de la importancia de las proteínas para el desarrollo del
cerebro pues su iniciativa se limita a no consumir animales. Creen que por
dejar de comerse una vaca o un burro los están salvando a todos cuando es un
hecho que por cada animal que ellos no se comen alguien (probablemente yo) se deleita
con dos. Sostienen descaradamente que este acto inútil es meritorio de la
admiración y felicitación de sus pares, pretendiendo además ser mejores que
ustedes. Para colmo de males, llegan a creer
ser mejores que yo, que CASIUS MÁXIMUS ALTAMENTE H.P, cosa realmente risible.
Lamentablemente
los excéntricos postulados de esta gente no terminan acá, pues no bastándoles
con dejar de consumir carne la insultan asegurando tener alternativas
vegetarianas de igual sabor. Los vegetales -afirman los defensores de los animales-
no sufren, son indiferentes al dolor. ¿Cómo pueden ser iguales a la carne sin ese
último grito de sufrimiento que es lo que le da su sabor característico? (muy
parecido a las igualmente deliciosas lágrimas de huérfano para quien ha tenido
el placer). Termino recordando lo que dios, el fetichista de los sacrificios
animales, dijo: “Aquel que se abstenga de
consumir carne es un homosexual declarado” (alguna parte entre Génesis 1:1
y Apocalipsis 22:21 estoy seguro).
Todo
el que se denomina a si mismo vegetariano merece ir al infierno de las minorías
homosexuales lleno de latinos “ay papi” y es ¡ALTAMENTE! hijueputa.