lunes, 15 de julio de 2013

Pasiones humanas



La religión, la política, la guerra, los deportes, el amor, el odio, etc. todos ellos desatan grandes pasiones en los seres humanos. Algunas llevan a la destrucción y al caos, otras conducen a la locura colectiva. Sin embargo, ninguna es capaz de desatar tantas pasiones como McDonald’s. Ya sea que estemos a favor o en contra, en el momento que oímos una opinión diferente sobre la cadena de comidas rápidas, el simple parecer adquiere súbitamente el nivel de un dogma y como tal hay que defenderlo hasta las últimas consecuencias.

Primeramente, están los felices consumidores quienes alegres e inocentes visitan al payaso, amigo de todos, Ronald McDonald, con una única e inofensiva finalidad: saciar el hambre. Es un lugar con instalaciones amplias, precios justos, servicio veloz, una calidad que no cambia, higiene y un menú diverso que cambia y mejora al otorgar cada vez productos más sanos como jugos, frutas y ensaladas.

Por el contrario, están quienes, sin ser obligados a consumir hamburguesas, odian a la cadena, ya que al poseer un negocio exitoso a nivel mundial con un atractivo para cualquier cultura, ha relegado a sus restaurantes vegetarianos al fracaso absoluto. Además de asumir que las vacas y los pollos no solo no quieren ser comidos, sino que al no comer carne salvan a los animales.
Ser indiferente frente a los juguetes de la cajita feliz de McDonald’s es ¡ALTAMETNE! hijueputa.

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