Mientras la humanidad y la ciencia avanzan, temas que ya hemos tratado con anterioridad, aún se siguen presentando cierta clase de engendros ¡EMINENTEMENTE! molestos. Creaturas repugnantes que mientras la humanidad avanza un paso, ellas retrasan dos pasos el progreso. Estas subespecies resultan ser un infortunio para los ciudadanos de bien que tratamos de sobrevivir defraudando al fisco.
El otro día al salir de mi casa noté cómo varias sombras se movían a mí alrededor y tuve un mal presentimiento, así que, mientras aceleraba el paso rogué a dios que se tratara de ladrones o asesinos, pero antes de poder terminar mi plegaria me encontré en medio de mi mayor temor: una emboscada de la mayor de estas molestas subespecies: los testigos de Jehová. Al verme sin posibilidad de salida hice lo que cualquier persona decente haría en esta situación, asentí con la cabeza a todo lo que me decían mientras mi mente divagaba en otros pensamientos.
En esta oportunidad mis reflexiones me llevaron de pensar en los testigos de Jehová a pensar en otra de estas exasperantes subespecies; unas creaturas tan repugnantes que superan a los spanglisheros, a los robots con sentimientos, e inclusive a los que todavía creen que un simple ¡hijueputa! tiene algún efecto como insulto. Es tal el nivel de repulsión que se acercan a todos los que en su infinita ignorancia siguen sin nutrirse con la miel de éste blog. Es un tipo especial de gente que realmente me exaspera y a la que no entiendo.
Primeramente se caracterizan por pagar entradas sobrevaloradas y entre 4 y 5 veces el precio real de la comida. A lo que se dedican es a hablar en voz alta y no ven la MALDITA película por la que han sido estafados. Creaturas ¡ALTAMENTE! ¡PROMINENTEMENTE! ¡SUPERIORMENTE¡ hijueputas a la ¡CUARENTAISIETEAVA! potencia. Es que no entienden a caso que las demás personas en la sala, y que los mismos actores de las películas (a excepción claro de Dwayne Johnson a quien apenas consideramos un actor en el sentido más amplio de la palabra) merecen respeto. Estos entes no se conforma solo con hablar, sino que su falta de sagacidad los impulsa a hacer los comentarios más elementales que se les pueden ocurrir:
Hablar en el cine es ¡ALTAMENTE! molesto y si usted lo hace no tenga dudas: es un ¡ALTAMENTE! hijueputa.
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